La muerte de
Wifredo.
Hacia 883 u 884 los musulmanes se sintieron amenazados por
la expansión de Wifredo el Velloso, quien estableció posiciones (Cardona por
ejemplo) en Osona, en Berguedá y en el Valle de Lord (y algunos puestos
avanzados en el Valle de Cervelló en el sur del río Llobregat). La frontera del
condado pasaba al norte de Solsona seguramente por Besora, Tantallatge y
Correà; la de Berga, por Sorba, Gargalla y Serrateix; y la de Osona, por
Cardona, Manresa y Montserrat. Por todo ello, la ciudad de Lérida fue
fortificada por los Banu Qasi. Wifredo vio esto como una provocación y atacó la
ciudad gobernada por el valí (gobernador) de la familia de los Banu Qasi,
Ismail ibn Musa. El ataque no salió bien. El historiador Ibn al-Athir dice que
los musulmanes hicieron una gran matanza entre los atacantes. El sucesor de
Ismail, Lobo Ibn Muhammad atacó Barcelona unos años después, y Wifredo moriría
en la lucha el 11 de agosto de 897. Sus restos reposan en el Monasterio de
Ripoll.
La sucesión.
La prueba más clara de la descomposición del poder real en
el reino franco fue la transmisión hereditaria de los condados, práctica
iniciada en 895: muerto Miró el Viejo, su condado de Rosellón pasó, sin ninguna
clase de intervención del rey Odón, a Suniario II de Ampurias, en tanto que el
de Conflent fue para Wifredo el Velloso, conde de Osona desde 885 sin haber
recibido la investidura real de este condado. Así pues, los reyes perdieron la
facultad, que habían tenido en el siglo IX, de nombrar y destituir a los
condes, los cuales, por ello, dejaron de ser unos delegados del monarca para
convertirse en pequeños soberanos de sus dominios.
La transmisión hereditaria de los condados fue una reacción
a la falta de autoridad efectiva del rey sobre el territorio, que convirtió un
cargo público en patrimonio familiar; de aquí que a finales del siglo IX no se hubiera
establecido un criterio por determinar cómo se tenía que llevar a término la
sucesión. Por esto, a la muerte de Wifredo el Velloso (897), en un primer
momento, sus hijos -Wifredo Borrell, Miró, Sunifredo y Suniario- optaron por
gobernar conjuntamente todos los dominios de su padre y administrarlos con
preeminencia del primogénito, Wifredo Borrell, primus inter pares. Pero pronto,
cuando cada uno de los condes cogobernantes tuvo descendencia, hizo falta
abandonar la idea de herencia conjunta y, entonces, cada hijo transmitió
individualmente a sus herederos la parte del conjunto condal que gobernaba:
Wifredo Borrell, junto con Suniario, Barcelona, Gerona y Osona; Sunifredo,
Urgel; y Miró, Cerdaña, Conflent y Berga.
Cabe añadir que este proceso no fue en modo alguno una
excepción específica de la llamada Marca Hispánica, sino un proceso
generalizado en el Imperio franco en este período histórico. En este sentido,
A. Lewis afirma: "En resumen, las guerras civiles y las invasiones
debilitaron el imperfecto sistema de control centralizado que los carolingios
habían establecido en el sur de Francia y la Marca Hispánica. Circunstancias
especiales, de las que la más importante fue la brevedad de los reinados de los
sucesores de Carlos el Calvo y la ascensión del rey Eudes, permitió a los
condes gobernantes en el Midi y Cataluña establecer sus familias como herederas
e independientes de hecho de la autoridad real. No obstante, a menudo no fue el
resultado de una situación repentina y revolucionaria, sino la culminación de
una evolución gradual de la autoridad que, para la mayoría de estas familias,
duró varias décadas.
Descendencia.
Wifredo se casó en 877 con Guinidilda de Ampurias. Se sabe
que tuvieron al menos 9 hijos:
##Wifredo II Borrell de Barcelona (874-911), conde de
Barcelona, Gerona y Osona.
##Miró II de Cerdaña (878-927), conde de Besalú y Cerdaña.
##Emma de Barcelona (880-942), abadadesa de San Juan de
Ripoll.
##Sunifredo II de Urgel (880?-948), conde de Urgel, casado
con Adelaida de Barcelona.
##Radulfo de Barcelona (885-940), Obispo de Urgel y abad de
Ripoll.
##Suniario I de Barcelona (890-950), conde de Barcelona,
Gerona y Osona, casado con Riquilda de Tolosa, hija de Armengol, conde de
Rouergue (Condes de Toulouse).
##Ermessenda de Barcelona (?-925).
##Cixilona de Barcelona (?-945), abadesa del monasterio de
Santa Maria del Camino fundado por su hermana Emma.
##Riquilda de Barcelona.
##Guinidilda de Barcelona (897-923) esposa de Ramón II de
Tolosa.
La visión mítica
de Wifredo.
La idea de que Wifredo el Velloso fue el artífice no ya de
la independencia de los condados catalanes sino del nacimiento de Cataluña fue
popularizada durante la Renaixença por el dramaturgo Serafí Pitarra, con su
frase Fills de Guifré el Pilós, això vol dir catalans (Hijos de Wifredo el
Velloso, esto quiere decir catalanes).
Los orígenes de esta visión, que junto al Wifredo histórico
-un magnate del Imperio Carolingio que aprovechó el colapso del poder real para
construirse un dominio propio- ha hecho surgir un Wifredo mítico -creador de
Cataluña y, pues, padre de la patria catalana- tiene origen en la Gesta comitum
barchinonensium, escrita en el siglo XII por los monjes de Ripoll. En esta
obra, para justificar el inicio, a finales del siglo IX, de la transmisión
hereditaria de los condados, se sobredimensionó la figura de Wifredo el
Velloso, inicio de la Casa de Barcelona, haciendo de él un héroe que, con su
esfuerzo, luchando decididamente contra los musulmanes y los francos, consiguió
la independencia de sus condados.
Aun así, hace falta reconocer la importancia histórica de
Wifredo. Como afirma Ferran Soldevila, si un personaje histórico es exaltado
por la leyenda, es que de verdad fue grande - y así, podría añadirse nosotros,
nunca nadie hará un héroe de leyenda de un gobernante inepto y mediocre como
fue, por ejemplo, el conde de Barcelona Berenguer Ramón I (1017-1035),
tataranieto del Velloso, al contrario que otras grandes figuras de la estirpe
como por ejemplo Jaime I (1213-1276)-. Ahora bien, la relevancia histórica de
Wifredo se basa tanto en su habilidad para situarse políticamente en un momento
crucial como fue la crisis del Imperio Carolingio, un terreno bastante
resbaladizo donde otros más ambiciosos que él -caso de Bernardo de Gothia-
fracasaron, mientras que los sucesores de Wifredo lograron los cargos de conde
por simple transmisión familiar, como la capacidad de favorecer la repoblación
del área central de los condados estructurando el condado de Osona y el
obispado de Vich, hechos capitales para la futura vertebración de Cataluña.
A Wifredo, como parte de la visión de que fue el creador
originario de Cataluña, se le atribuye también el origen de la bandera de las
cuatro barras. Esta leyenda tiene su origen, según Martín de Riquer, en el
historiador valenciano Pere Antoni Beuter, quien la incluyó en 1555 en su obra
Crónica general de España, inspirándose en una crónica castellana de 1492.8 El
texto de Beuter dice así:
...pidió el conde Iofre Valeroso al emperador Loís que le
diesse armas que pudiesse traher en el escudo, que llevava dorado sin ninguna
divisa. Y el emperador, viendo que havía sido en aquella batalla tan valeroso
que, con muchas llagas que recibiera, hiziera maravillas en armas, llegóse a
él, y mojóse la mano derecha de la sangre que le salía al conde, y passó los
quatro dedos ansí ensangrentados encima del escudo dorado, de alto a baxo,
haziendo quatro rayas de sangre, y dixo: "Éstas serán vuestras armas,
conde." Y de allí tomó las quatro rayas, o bandas, de sangre en el campo
dorado, que son las armas de Cathaluña, que agora dezimos de Aragón
Fue revivida entre otros, por el escritor español Pablo
Piferrer (1818-1848) reconocido como el gran recopilador de las leyendas
catalanas tradicionales.
En términos estrictamente históricos, el escudo de las
cuatro barras probablemente lo empezó a utilizar el conde Ramón Berenguer IV,
después de la unión dinástica del condado de Barcelona con el reino de Aragón,
siendo el símbolo oficial del linaje a partir de su hijo, el rey Alfonso II de
Aragón.
Citas Célebres:
“Hay que seguir la lucha con lo que podamos
hasta que podamos.”
“El lenguaje es la ciudad para cuya
edificación cada ser humano ha aportado una piedra.”
“Que cuando el amor no es locura, no es amor.”
“Soy tan partidario de la disciplina del
silencio, que podría hablar horas enteras sobre ella.”
“La novedad es madre de la temeridad, hermana
de la superstición e hija de la ligereza.”
“Un amor apasionado es una especie de comedia
de dos personajes que tratan de convencer al público de su amor.”
“Si eres orgulloso, conviene que ames la
soledad; los orgullosos siempre se quedan solos.”
“El día es excesivamente largo para quien no
lo sabe apreciar y emplear.”
“Nuestra experiencia se compone más de
ilusiones perdidas que de prudencia adquirida.”
“Si se quiere coger una rosa con el tallo
largo, no hay que temer a las espinas.”
“Tengo menos de lo que esperaba; pero tal vez
esperaba más de lo que debía esperar.”
“Todo fracaso es el condimento que da sabor al
éxito.”
“Faltan palabras a la lengua para los
sentimientos del alma.”
“El tiempo de la reflexión es una economía de
tiempo.”
“Lo que un hombre piensa de sí mismo, esto es
lo que determina, o más bien indica su destino.”