Alfonso III de
Asturias, llamado el Magno (c. 852 - Zamora, 20 de diciembre de 910), fue rey
de Asturias desde 866 hasta poco antes de su defunción, ocurrida en 910. Hijo y
sucesor de Ordoño I y de su esposa, la reina Nuña, Alfonso III fue el último
rey asturiano, o el primero de León, ya que en esta ciudad residió largas
temporadas, y allí tenía su Consejo de Gobierno y Tribunal de Justicia.
Desde su ascenso
al poder hubo de hacer frente a una serie de problemas internos: revueltas
nobiliarias, conatos de rebelión en la propia dinastía, como el caso del
infante Bermudo el Ciego. Llevó a cabo una fuerte actividad repobladora,
acogiendo a una importante inmigración mozárabe, y consolidó el Duero como
frontera meridional del reino, en torno a las plazas fuertes de Toro y Zamora.
Luchó enérgicamente contra los musulmanes, a los que derrotó en Polvoraria.
Rechazó la yihad del rebelde omeya Ibn al-Qitt y pactó con Ibn Marwan
al-Yalliqi, valí de Mérida.
Se casó entre
mayo y diciembre de 873 con Jimena Garcés, cuya estirpe todavía se discute,
aunque probablemente era hija del rey García Íñiguez de Pamplona. De este
matrimonio nacieron los tres primeros reyes propiamente leoneses, García,
Ordoño y Fruela, que ya en vida de su padre gobernaron la frontera
centro-oriental (la futura Castilla), Galicia y Portugal, y Asturias,
respectivamente.
Sus últimos años
de reinado son oscuros. Por motivos desconocidos, su primogénito García trató
de derrocarlo, lo que logró finalmente con el concurso de sus hermanos. Alfonso
III abdicó, aunque conservó el título real, y murió en Zamora, al parecer tras
emprender una última incursión en territorio musulmán.
Su juventud es
desconocida. Fue asociado al trono en 853 y se ocupó del gobierno de Galicia.
Al morir su padre, tuvo que enfrentarse a Fruela Bermúdez, conde de Lugo, que
le disputaba la corona, y hasta parece que llegó a usurparle el trono,
refugiándose Alfonso en Álava.5 Hay que tener en cuenta que hasta hacía poco la
monarquía había sido electiva, y todavía habría quien rechazara la sucesión
dinástica. Sin embargo, un año más tarde Alfonso III recuperó la corona gracias
a la ayuda del conde Rodrigo de Castilla, quien se enfrentó en 866 a los
partidarios de Fruela. Según la crónica de Sampiro, los magnates ovetenses
dieron muerte al rebelde conde Fruela y Alfonso «fue reconocido pacíficamente
por todos como sucesor de su padre Ordoño I.»
Al año siguiente,
867, tuvo que dominar a los vascones, que se habían sublevado dirigidos por el
conde Eylo.7 Sampiro describe así estos evento:
Llegó un
mensajero desde Álava, anunciando que sus corazones se habían inflado contra el
rey: oído lo cual, el monarca dispuso marchar hacia allí. Impulsados por el
pavor que les produjo su llegada, rápidamente reconocieron sus obligaciones y
suplicantes bajaron ante él sus cabezas y prometieron que permanecerían fieles
a su reino y a su autoridad, y que harían lo que les fuese ordenado. De este
modo sometió a su poder a una Álava tendida ante sí, y a Eylo, que se presentaba
como su conde, se lo trajo para Oviedo cargado de hierros.
Martínez Díez
(2004), p. 220
Su padre, Ordoño,
había comenzado la repoblación de los territorios fronterizos, y continuó con
ello: en 878 envió a sus tropas para apoderarse del norte de Portugal, conquistando
así Coímbra y Oporto, y situando la frontera sudoccidental en el río Mondego.
Alfonso III tuvo
que hacer frente a las ofensivas del príncipe omeya al-Mundir, hijo del emir
cordobés Mohámed I. La lucha fue casi constante entre 875 y 883. Las primeras
incursiones omeyas tuvieron como objetivo León y El Bierzo, pero fracasaron. La
contraofensiva cristiana se saldó con la toma de Deza y Atienza.
Abd al-Rahman Ibn
Marwan, el Gallego, señor de Mérida y rebelde al emir de Córdoba, le envió para
congraciarse con él al ministro de este, Hashim ibn Abd al-Aziz, lo que provocó
que en 878 Al-Mundir dirigiese sus huestes de nuevo hacia León y Astorga,
mientras que Salid ben Ganim llegaba hasta el Órbigo. El rey magno, para evitar
la unión de ambos ejércitos, salió al encuentro del segundo, al que derrotó en
la batalla de Polvoraria, en la confluencia de los ríos Órbigo y Esla.
Al-Mundir emprendió entonces la retirada, pero Alfonso III le interceptó en el
valle de Valdemora, donde le derrotó. El emir Mohámed se vio obligado a pagar
rescate y a firmar una tregua de tres años; era la primera vez que Córdoba
pedía la paz.
Ambos reyes
consideraron la tregua como un paréntesis, preparándose para el siguiente
asalto: Mohámed armó una flota para atacar Galicia por mar, pero fue destrozada
por una tormenta.10 Alfonso e Ibn Marwán descendieron por el valle del Tajo y
derrotaron al ejército cordobés en el monte Oxifer, junto al río Guadiana.
Como desquite,
Muhámmad atacó en el año 882 al reino de Zaragoza, a donde Alfonso había
enviado a su hijo, Ordoño, para que se educara con los Banu Qasi, hijos de
Musa, y avanzó por la antigua vía romana hasta León. Hubo un intercambio de
prisioneros, y los cordobeses se retiraron, repitiendo la campaña en 883, con
el mismo resultado.
En 884 Mohámed I
y Alfonso III firmaron la paz, pues ambos empezaban a tener serios problemas
internos. El Rey Magno se encontró con un levantamiento acaudillado por sus
hermanos Fruela, Odoario y Bermudo, que se hicieron fuertes en Astorga,
apoyados por varios condes, pero rápidamente fueron derrotados y ajusticiados.
En 901 el rebelde
omeya Ibn al-Qitt, proclamado Mahdi, predicó la guerra santa y atacó Zamora —
«reconstruida y repoblada por mozárabes toledanos [...] la plaza avanzada más
importante del reino astur» — que pudo resistir. El líder mesiánico, abandonado
por los suyos, fue derrotado y muerto en batalla en lo que se conoce como el
Día de Zamora. En esos años, el Emirato de Córdoba sufrió rebeliones civiles,
por lo que dejó de inquietar al reino de Asturias, que, sin embargo, hizo
frente a sus antiguos aliados de Mérida y del valle del Ebro: aliado con el
conde de Pallars, dio un golpe de Estado que consiguió derrotar a los Banu Qasi
e instalar un navarro, Sancho Garcés I, en el trono pamplonés.
Al final de sus
días, se sublevó su hijo García, que se había casado con Nuña, hija del Conde
de Castilla Munio Núñez, que fue el instigador de la conjura contra el Rey.
Capturado García por su padre, su suegro Nuño provocó un levantamiento ayudado
por Jimena, Ordoño y Fruela. Según la Crónica General de España de Alfonso X el
Sabio, la reina Jimena "basteció estos castiellos en tierras de León,
Alba, Gordón, Arbolio et Luna, et diólos a su fijo el infant don García".
El castillo de Luna tenía singular importancia, al acoger el tesoro regio.
Alfonso III, según Sampiro, fue relegado a Boides, una aldea cercana a San
Salvador de Valdediós, después peregrinó a Santiago, realizó una «expedición
militar autorizada por García por tierras de Mérida», y falleció el 20 de
diciembre de 910 a medianoche en Zamora al regreso de la aceifa,
acontecimientos corroborados en las crónicas de Ibn Hayyan.
Desde ese
momento, el Reino de Asturias, engrandecido ya de forma majestuosa y con
extensos territorios que gobernar, trasladará la capital desde Oviedo a León y
comenzará a hablarse del Reino de León, con ocasionales divisiones del reino
asturleonés entre Asturias, Galicia y León. Con las fronteras ampliadas hasta
el río Duero y el Mondego, empezaron a afluir mozárabes. Aunque el reino es
dividido entre sus tres hijos durante unos años: para García, León; para
Ordoño, Galicia y Portugal, y para Fruela, Asturias.15 Gonzalo, que era
clérigo, continuó siendo arcediano de Oviedo; y a Ramiro, por su corta edad, se
le dio el título de rey pero sin territorio.
Matrimonio y
descendencia.
Contrajo
matrimonio con Jimena de Asturias, cuya filiación no está confirmada, aunque
algunos historiadores consideran que fue hija del rey García Íñiguez de
Pamplona, y hermana del rey Fortún Garcés. La boda se habría celebrado entre el
28 de mayo y el 20 de diciembre de 873 y en 874, ambos suscriben la donación de
una cruz de oro a la iglesia de Santiago.
Fruto de su
matrimonio nacieron ocho hijos:
·
García
I de León (875-914).16 Rey de León.
·
Ordoño
II (876-924). Rey de Galicia y posteriormente de León. Heredó el trono leonés a
la muerte de su hermano mayor, García I.
·
Gonzalo
(m. c. 920). Confirmó en numerosos privilegios de la época, emitidos por sus
padres y hermanos, y fue arcediano de la Catedral de Oviedo. Algunos autores
señalan que probablemente estaría sepultado en el Panteón de reyes de la
Catedral de Oviedo.
·
Fruela
II de León (c. 877-925). Rey de Asturias y posteriormente de León.
·
Ramiro
(m. 929). Algunos autores señEl alan la posibilidad de que heredase el reino de
Asturias cuando su hermano, Fruela, heredó el trono leonés a la muerte de
Ordoño II, hermano de ambos. Pudo haber casado con la reina Urraca, viuda de su
hermano Fruela.17 Según la inscripción en su sepulcro en el Panteón de reyes de
la Catedral de Oviedo, falleció el 31 de marzo de 929.
·
Sancha
más otras dos hijas de las que se desconoce el nombre.
Muerte y
sepultura.
Alfonso III
falleció en la ciudad de Zamora el 20 de diciembre de 910 a medianoche.8 Su
cadáver fue conducido a la ciudad de Astorga, y enterrado en la catedral de
dicha ciudad, en la que posteriormente sería sepultada su esposa, la reina
Jimena de Asturias quien falleció dos años después en 912. Sus restos fueron
depositados en el sarcófago de San Justo de la Vega, hallado en el municipio
leonés de San Justo de la Vega, y que desde el año 1869 se halla expuesto en el
Museo Arqueológico Nacional, ubicado en Madrid.
Posteriormente,
en el año 986, los restos de Alfonso III y los de su esposa, la reina Jimena,
fueron trasladados, por orden del rey Bermudo II de León, a la ciudad de
Oviedo, pues el monarca leonés temía que los restos mortales de ambos fuesen
profanados por las tropas musulmanas dirigidas por Almanzor, que en esos
momentos avanzaban hacia el reino de León siendo depositados en el Panteón de
reyes de la capilla de Nuestra Señora del Rey Casto de la Catedral de Oviedo,
donde se hallaban sepultados numerosos miembros de la realeza astur-leonesa.
Citas Célebres:
“Una maldición nunca ha matado una mosca.”
“Un cuerpo sano es cosa buena; pero un alma
sana vale más que todo lo que el hombre pueda desear; un alma sana es lo más
hermoso que el cielo pueda concedernos para hacer feliz esta pobre tierra
nuestra.”
“Es preferible el bien de muchos a la
opulencia de pocos.”
“La fantasía nunca arrastra a la locura; lo
que arrastra a la locura es precisamente la razón. Los poetas no se vuelven
locos, pero sí los jugadores de ajedrez.”
“Uno levanta la caza y otro la mata.”
“Si no tenemos miedo de los hombres y buscamos
sólo la verdad de Dios, estoy seguro de que todos podremos ser sus mensajeros.
En lo que a mi respecta, creo sinceramente que respondo a estas dos
condiciones.”
“Todo lo difícil debe intentarse mientras es
fácil.”
"Es necesario aprender lo que necesitamos
y no únicamente lo que queremos."
"Ningún descubrimiento se haría ya si nos
contentásemos con lo que sabemos."
"El hombre sabio, incluso cuando calla,
dice más que el necio cuando habla."
"Algunas personas nunca aprenden nada,
porque todo lo comprenden demasiado pronto."
"El aburrimiento es lo que queda de los
pensamientos cuando las pasiones son eliminadas de ellos."
"Es necesario aprender lo que necesitamos
y no únicamente lo que queremos."
"Ningún descubrimiento se haría ya si nos
contentásemos con lo que sabemos."
"El hombre es mucho más complicado que su
pensamiento."
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