En 1601, pocos años después de subir al
trono Felipe III (r. 1598–1621), Madrid perdió la capitalidad a favor de
Valladolid. Consiguió recuperarla cinco años después, tras el pago a la Corona
de 250 000 ducados y el compromiso por parte del Concejo de abastecer de agua
potable al Real Alcázar, entre otras infraestructuras.
Margarita de Austria |
Bajo el reinado de Felipe III, se
proyectaron numerosos edificios religiosos y civiles, algunos de los cuales
fueron inaugurados en la época de Felipe IV. Es el caso de la Colegiata de San
Isidro; de la nueva fachada del Real Alcázar (1610–1636), obra de Juan Gómez de
Mora, que perduró hasta el incendio del palacio en 1734;17 y del Convento de
los Padres Capuchinos, en El Pardo, fundado por el rey en 1612, cuyo edificio
definitivo no pudo comenzarse hasta 1638.
Las nuevas edificaciones se construyeron
con mayor calidad arquitectónica que en los periodos anteriores, al tiempo que
se impuso un estilo propio, típicamente madrileño, de aire clasicista y de
clara influencia herreriana, aunque también se observan rasgos prebarrocos.
Además, se establecieron arquetipos
arquitectónicos, que, en relación con las casas palaciegas, quedaron definidos
en un trazado de planta rectangular, dos o más alturas de órdenes, portadas
manieristas, cubiertas abuhardilladas de pizarra y torres cuadrangulares, por
lo general dos, con chapiteles rematados en punta, en la línea escurialense.
Este esquema, uno de los que mejor
definen la arquitectura madrileña de los Austrias y de periodos posteriores,
empezó a gestarse en tiempos de Felipe III, con ejemplos tan notables como las
Casas de la Panadería y de la Carnicería, en la Plaza Mayor; el Palacio del
marqués de Camarasa, ubicado en la calle Mayor y sede actual de diferentes
dependencias municipales; el proyecto de reconstrucción del Palacio Real de El
Pardo, incendiado el 13 de marzo de 1604; y la ya citada fachada del Real
Alcázar. No obstante, fue con Felipe IV cuando alcanzó su máxima expresión.
Por su parte, el Palacio de los Consejos
(también llamado del duque de Uceda) puede ser considerado un precedente en lo
que respecta a la organización del espacio y fachadas, si bien carece de las
torres de inspiración herreriana. Fue diseñado por Francisco de Mora, quien
contó con la colaboración de Alonso de Trujillo, al frente las obras entre 1608
y 1613.
En cuanto a los templos religiosos, la
mayoría de las construcciones utilizó como referencia el modelo jesuítico, de
planta de cruz latina, que tiene su origen en la Iglesia del Gesú (Roma,
Italia). La Colegiata de San Isidro, que, como se ha referido, fue diseñada en
tiempos de Felipe III y terminada con Felipe IV, responde a esta pauta.
Mención especial merece el Real
Monasterio de la Encarnación (1611–1616), fundado por Margarita de Austria,
esposa del rey. Su fachada, obra de Juan Gómez de Mora (aunque posiblemente
proyectada por su tío, Francisco de Mora), fue una de las más imitadas en la
arquitectura castellana del siglo XVII y buena parte del XVIII.
Un ejemplo es el Monasterio de la
Inmaculada Concepción, en Loeches (Madrid), que, como aquel, presenta fachada
rectangular con pórtico, pilastras a ambos lados y frontón en la parte
superior.
Retrato de Felipe III |
El Monasterio del Corpus Christi o de las
Carboneras y la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen fueron empezados en 1607 y
1611, respectivamente, y ambos se deben a Miguel de Soria. La Iglesia de San
Antonio de los Alemanes, de 1606, es una de las más singulares del primer
tercio del siglo XVII, por su planta oval.21 Su interior está decorado al
fresco por Lucas Jordán, Francisco Carreño y Francisco Ricci.
Las iglesias de San Ildefonso (1619) y de
Santos Justo y Pastor (hacia 1620) se encuentran entre las últimas fundaciones
religiosas llevadas a cabo antes de la muerte del monarca en 1621. La primera,
destruida completamente durante la Guerra Civil Española, fue reconstruida en
la década de 1950.
Maravedies de Felipe III |
Pero, sin duda, el proyecto urbanístico
más importante llevado a cabo por el monarca fue la Plaza Mayor. En 1619,
Felipe III finalizó las obras, que había iniciado su antecesor, con un nuevo
diseño, firmado y desarrollado por Juan Gómez de Mora. Este arquitecto fue también
responsable de la Casa de la Panadería, que preside el conjunto, si bien su
aspecto actual corresponde a la reconstrucción realizada por Tomás Román, tras
el incendio acaecido en 1672.
Además de este recinto, se procedió a
adecuar otras plazas, como la de la Cebada y la desaparecida de Valnadú, esta
última resultado de la demolición en el año 1567 de la puerta homónima, en la
época de Felipe II. Otro de sus logros urbanísticos fue la reorganización del
territorio en las riberas del río Manzanares y en el Real Camino de Valladolid,
mediante la eliminación de las compartimentaciones internas y la estructuración
de los plantíos.
En el terreno de la escultura, destaca la
estatua ecuestre del propio rey, traída desde Italia como obsequio del Gran
Duque de Florencia. Realizada en bronce, fue comenzada por Juan de Bolonia y
terminada por su discípulo, Pietro Tacca, en 1616.
Estuvo emplazada en la Casa de Campo,
recinto que fue objeto de una especial atención por parte del monarca con la
construcción de nuevas salas en el palacete (del Mosaico y de las Burlas) y la
instalación de diferentes fuentes y adornos en los jardines. En 1848, la
escultura fue trasladada al centro de la Plaza Mayor, donde actualmente se
exhibe, por orden de Isabel II.
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