lunes, 18 de mayo de 2015

REINADO FELIPE III

En 1601, pocos años después de subir al trono Felipe III (r. 1598–1621), Madrid perdió la capitalidad a favor de Valladolid. Consiguió recuperarla cinco años después, tras el pago a la Corona de 250 000 ducados y el compromiso por parte del Concejo de abastecer de agua potable al Real Alcázar, entre otras infraestructuras.
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Margarita de Austria
Con tal fin, el consistorio realizó los denominados viajes de agua (conducciones desde manantiales cercanos a la villa), entre los cuales cabe destacar el de Amaniel (1614–1616). De ellos también se beneficiaron algunos conventos y palacios, además de los propios vecinos, a través de las fuentes públicas. En 1617 fue creada la llamada Junta de Fuentes, organismo encargado de su mantenimiento y conservación.
Bajo el reinado de Felipe III, se proyectaron numerosos edificios religiosos y civiles, algunos de los cuales fueron inaugurados en la época de Felipe IV. Es el caso de la Colegiata de San Isidro; de la nueva fachada del Real Alcázar (1610–1636), obra de Juan Gómez de Mora, que perduró hasta el incendio del palacio en 1734;17 y del Convento de los Padres Capuchinos, en El Pardo, fundado por el rey en 1612, cuyo edificio definitivo no pudo comenzarse hasta 1638.
Las nuevas edificaciones se construyeron con mayor calidad arquitectónica que en los periodos anteriores, al tiempo que se impuso un estilo propio, típicamente madrileño, de aire clasicista y de clara influencia herreriana, aunque también se observan rasgos prebarrocos.
Además, se establecieron arquetipos arquitectónicos, que, en relación con las casas palaciegas, quedaron definidos en un trazado de planta rectangular, dos o más alturas de órdenes, portadas manieristas, cubiertas abuhardilladas de pizarra y torres cuadrangulares, por lo general dos, con chapiteles rematados en punta, en la línea escurialense.
Este esquema, uno de los que mejor definen la arquitectura madrileña de los Austrias y de periodos posteriores, empezó a gestarse en tiempos de Felipe III, con ejemplos tan notables como las Casas de la Panadería y de la Carnicería, en la Plaza Mayor; el Palacio del marqués de Camarasa, ubicado en la calle Mayor y sede actual de diferentes dependencias municipales; el proyecto de reconstrucción del Palacio Real de El Pardo, incendiado el 13 de marzo de 1604; y la ya citada fachada del Real Alcázar. No obstante, fue con Felipe IV cuando alcanzó su máxima expresión.
Por su parte, el Palacio de los Consejos (también llamado del duque de Uceda) puede ser considerado un precedente en lo que respecta a la organización del espacio y fachadas, si bien carece de las torres de inspiración herreriana. Fue diseñado por Francisco de Mora, quien contó con la colaboración de Alonso de Trujillo, al frente las obras entre 1608 y 1613.
En cuanto a los templos religiosos, la mayoría de las construcciones utilizó como referencia el modelo jesuítico, de planta de cruz latina, que tiene su origen en la Iglesia del Gesú (Roma, Italia). La Colegiata de San Isidro, que, como se ha referido, fue diseñada en tiempos de Felipe III y terminada con Felipe IV, responde a esta pauta.
Mención especial merece el Real Monasterio de la Encarnación (1611–1616), fundado por Margarita de Austria, esposa del rey. Su fachada, obra de Juan Gómez de Mora (aunque posiblemente proyectada por su tío, Francisco de Mora), fue una de las más imitadas en la arquitectura castellana del siglo XVII y buena parte del XVIII.
Un ejemplo es el Monasterio de la Inmaculada Concepción, en Loeches (Madrid), que, como aquel, presenta fachada rectangular con pórtico, pilastras a ambos lados y frontón en la parte superior.
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Retrato de Felipe III
La lista de edificios religiosos levantados durante el reinado de Felipe III es amplia. El Convento de San Ildefonso de las Trinitarias Descalzas (o, sencillamente, de las Trinitarias), del año 1609, se encuentra en el Barrio de las Letras y en él fue enterrado Miguel de Cervantes. Del Convento del Santísimo Sacramento, fundado en 1615 por Cristóbal Gómez de Sandoval y de la Cerda, valido del rey, sólo se conserva su iglesia (actual Catedral Arzobispal Castrense), levantada en tiempos de Carlos II.
El Monasterio del Corpus Christi o de las Carboneras y la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen fueron empezados en 1607 y 1611, respectivamente, y ambos se deben a Miguel de Soria. La Iglesia de San Antonio de los Alemanes, de 1606, es una de las más singulares del primer tercio del siglo XVII, por su planta oval.21 Su interior está decorado al fresco por Lucas Jordán, Francisco Carreño y Francisco Ricci.
Las iglesias de San Ildefonso (1619) y de Santos Justo y Pastor (hacia 1620) se encuentran entre las últimas fundaciones religiosas llevadas a cabo antes de la muerte del monarca en 1621. La primera, destruida completamente durante la Guerra Civil Española, fue reconstruida en la década de 1950.
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Maravedies de Felipe III
Pero, sin duda, el proyecto urbanístico más importante llevado a cabo por el monarca fue la Plaza Mayor. En 1619, Felipe III finalizó las obras, que había iniciado su antecesor, con un nuevo diseño, firmado y desarrollado por Juan Gómez de Mora. Este arquitecto fue también responsable de la Casa de la Panadería, que preside el conjunto, si bien su aspecto actual corresponde a la reconstrucción realizada por Tomás Román, tras el incendio acaecido en 1672.
Además de este recinto, se procedió a adecuar otras plazas, como la de la Cebada y la desaparecida de Valnadú, esta última resultado de la demolición en el año 1567 de la puerta homónima, en la época de Felipe II. Otro de sus logros urbanísticos fue la reorganización del territorio en las riberas del río Manzanares y en el Real Camino de Valladolid, mediante la eliminación de las compartimentaciones internas y la estructuración de los plantíos.
En el terreno de la escultura, destaca la estatua ecuestre del propio rey, traída desde Italia como obsequio del Gran Duque de Florencia. Realizada en bronce, fue comenzada por Juan de Bolonia y terminada por su discípulo, Pietro Tacca, en 1616.

Estuvo emplazada en la Casa de Campo, recinto que fue objeto de una especial atención por parte del monarca con la construcción de nuevas salas en el palacete (del Mosaico y de las Burlas) y la instalación de diferentes fuentes y adornos en los jardines. En 1848, la escultura fue trasladada al centro de la Plaza Mayor, donde actualmente se exhibe, por orden de Isabel II.

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