Tras sofocar la revuelta comunera, Carlos I se
muestra generoso con Madrid y le concede los títulos de Coronada e Imperial,
comenzándose la transformación del viejo alcázar árabe. Cuando Francisco I de
Francia fue capturado en la batalla de Pavía, el lugar de su cautiverio será la
Torre de los Lujanes, en Madrid. Y también en la villa está fechado el Tratado
de Madrid de 1526 (luego denunciado por la parte francesa) que resolvió su
situación.
En junio de 1561, cuando la villa ya
contaba con 30.000 habitantes, Felipe II trasladó la corte de Toledo a Madrid,
instalándola en el antiguo alcázar. Las razones que se dan para este traslado
son muy variadas. Entre ellas destacan la necesidad de separar la Corte de la
influencia del poderoso arzobispo de Toledo, y la gran aflición de la joven
reina Isabel de Valois (1546-1568), asfixiada entre los muros del recio alcázar
toledano y que urgía a su esposo a encontrar una nueva sede para la Corte. El
microclima madrileño, más suave que el toledano, su situación geográfica y su
magnífico entorno natural, hicieron de la villa una candidata muy apropiada.
Con este hecho, la villa de Madrid se convierte en centro político de la
monarquía.
Como fruto de la llegada de la corte, la
población de la ciudad empieza a crecer a un ritmo acelerado. Se levantan
edificios nobiliarios, iglesias y conventos, siendo los más destacados los de
fundación real, como el Monasterio de la Encarnación y el de las Descalzas
Reales. Se derriba la vieja muralla y, en 1566, se levanta una nueva, la
tercera de su historia. A la capital llegan gentes para cubrir las necesidades
de la corte, así como un sinnúmero de pretendientes, aventureros, aspirantes a
cargos, pícaros... que fueron reflejados en la literatura del Siglo de Oro. La
política del rey da una fisionomía especial a la ciudad: declara que, por falta
de espacios habitacionales adecuados para sus nobles y consejeros, quedan
expropiadas las segundas plantas de las casas, que serán de posesión real. Esta
normativa causa que todas las nuevas construcciones tiendan a tener una sola
planta, con patio y rejería, con una segunda escondida a la vista de los
viandantes y regidores del municipio. En 1562, Felipe II adquirió los campos y
huertas de lo que luego será la Casa de Campo para coto de caza.
El Barroco.
En 1601, Felipe III, siguiendo los
consejos de su valido, el duque de Lerma, ordena el traslado de la corte a
Valladolid, donde permanece cinco años, con lo que en 1606 vuelve a Madrid.
Tras este regreso, Felipe III toma algunas decisiones que serían significativas
en el aspecto futuro de la ciudad: en 1616 ordena la construcción de la Plaza
Mayor y en 1618 adquiere y amplia con jardines y fuentes los terrenos que
actualmente conforman los Jardines del Retiro.
Monumento Felipe IV-Plaza Mayor |
Su hijo y sucesor, Felipe IV, manda
construir, en 1625, la cuarta muralla de Madrid, que se mantendrá hasta
mediados del siglo XIX. Durante su reinado, la villa vivió un excepcional
período de esplendor cultural, con la presencia de genios de la talla de
Cervantes, Quevedo, Góngora, Velázquez, Lope de Vega o Calderón de la Barca.
Durante la dinastía de los Habsburgo la
villa sufre una transformación fundamental. El núcleo, medieval, alrededor de
la actual calle de Segovia, es trasladado hacia las cercanías del renovado
Alcázar y son construidos todos los edificios necesarios para la administración
de la Monarquía Hispánica: la Ceca (en la actual plaza de Oriente), el Palacio
de los Consejos (actual Capitanía General), la Cárcel de Corte (actual palacio
de Santa Cruz, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores), etc. También se
multiplican el número de iglesias parroquiales y capillas, de las cuales han
sobrevivido importantes ejemplos como la iglesia de San Cayetano, la Capilla de
San Isidro o la iglesia de San Ginés.
Entre los conventos, además de la
Encarnación y las Descalzas Reales, se amplía el Monasterio de los Jerónimos y
fijan sede en la ciudad la mayor parte de las órdenes religiosas de mayor
implantación, como los dominicos (Basílica de Nuestra Señora de Atocha), los
franciscanos (actual capilla del Hospital de la Orden Tercera de San
Francisco), los jesuitas (Basílica de San Isidro, Colegio Imperial), Convento
de las Trinitarias -actual sede del Arzobispado General Castrense-). También se
establecen las órdenes militares (Monasterio de las Comendadoras de Santiago,
Monasterio de las Calatravas, etc.). Por último, se dota al municipio de una
nueva sede, con la construcción del Casa de la Villa (sede antigua del
ayuntamiento) en la actual Plaza de la Villa, y diversas dependencias para los
gremios en lo que se convertiría en la Plaza Mayor.
Por Madrid de los Austrias, también
llamado barrio de los Austrias, se conoce una amplia zona de la capital
española, sin entidad administrativa, correspondiente al primitivo trazado
medieval de la ciudad y a la expansión urbanística iniciada por los monarcas de
la Casa de Austria, a partir de los reinados de Carlos I y, especialmente, de
Felipe II, que, en el año 1561, estableció la Corte en Madrid. A efectos
turísticos, el nombre se emplea para promocionar los conjuntos monumentales de
una gran parte de los barrios administrativos de Sol y Palacio, que representa
aproximadamente una cuarta parte de la citada zona. Además de su acepción
geográfica, el término Madrid de los Austrias también tiene una acepción histórica.
Según esta perspectiva, la expresión se emplea para designar la evolución,
preferentemente urbanística, de la ciudad entre los reinados de Carlos I (r.
1516–1556), el primero de los Austrias, y Carlos II (r. 1665–1700), con el que
se extinguió la rama española de esta dinastía.
Los límites del Madrid de los Austrias
difieren significativamente según el punto de vista adoptado, ya sea histórico
o turístico.
Límites históricos.
Durante el reinado de Carlos I, Madrid
estaba integrado por dos núcleos principales: el recinto comprendido dentro de
la muralla cristiana, de origen medieval, y los arrabales. El casco urbano se
extendía, de oeste a este, desde el Palacio Real hasta la Puerta del Sol; y, de
norte a sur, desde la plaza de Santo Domingo hasta la plaza de la Cebada.
Isabel II - Plaza de Isabel II |
La villa estaba rodeada por una cerca,
mandada construir por el citado monarca en el año 1625, levantada, hacia el
norte, sobre las actuales calles de Génova, Sagasta, Carranza y Alberto
Aguilera (conocidas popularmente como los bulevares); hacia el sur, sobre las
rondas de Toledo, Valencia y Embajadores; hacia el este, sobre los paseos del
Prado y Recoletos; y hacia el oeste, sobre los terraplenes del valle del río
Manzanares.
Extramuros, se situaban los jardines,
parajes agrestes y recintos palaciegos del Buen Retiro, en la parte oriental de
la ciudad; de la Casa de Campo, en la occidental; y del El Pardo, en la
noroccidental.
La cerca de Felipe IV sustituyó a una
anterior, promovida por Felipe II (r. 1556–1598) y que enseguida quedó
obsoleta. Fue erigida para detener el crecimiento desordenado que estaba
experimentando la ciudad y actuó como una auténtica barrera urbanística, que
limitó la expansión de la urbe hasta el siglo XIX. Fue derribada en 1868.
A grandes rasgos, el espacio comprendido
dentro de la cerca de Felipe IV se corresponde en la actualidad con el distrito
Centro. Su superficie es de 523,73 hectáreas y comprende los barrios
administrativos de Cortes, Embajadores, Justicia, Palacio, Sol y Universidad.
Evolución histórica.
En la primera mitad del siglo XVI, antes
de su designación como capital, Madrid era una villa de tamaño medio entre la
urbes castellanas, con cierta relevancia social e influencia política. Tenía
entre 10 000 y 20 000 habitantes y formaba parte del grupo de dieciocho
ciudades que disfrutaban del privilegio de tener voz y voto en las Cortes de
Castilla.
Había acogido en numerosas ocasiones las
Cortes del Reino y, desde la época de los Trastámara, era frecuentada por la
monarquía, atraída por su riqueza cinegética. Además, uno de sus templos
religiosos, San Jerónimo el Real, fue elegido por la monarquía como escenario
oficial del acto de jura de los príncipes de Asturias como herederos de la
Corona.6 El primero en hacerlo fue Felipe II (18 de abril de 1528), que 33 años
después fijaría la Corte en Madrid, y la última Isabel II (20 de junio de
1883).
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