Felipe IV (r. 1621–1665) accedió al trono
a la edad de dieciséis años, tras la inesperada muerte de su padre.
Tradicionalmente ha sido considerado como un mecenas de las letras y de las
artes, principalmente de la pintura. Durante su reinado, Madrid se convirtió en
uno de los principales focos culturales de Europa y en el escenario donde se
fraguaron muchas de las grandes creaciones del Siglo de Oro español. Además, la
ciudad albergó la mayor parte de la colección pictórica del monarca, una de las
más importantes de la historia del coleccionismo español.
Retrato Felipe IV El Hermoso |
En el ámbito de la arquitectura, se
levantaron numerosos edificios civiles y religiosos, al tiempo que se construyó
una nueva residencia regia en el entorno del Prado de los Jerónimos, en el lado
oriental del casco urbano. El Palacio del Buen Retiro desplazó hacia el este
buena parte de la actividad política, social y cultural de la villa, que hasta
entonces gravitaba únicamente sobre el Real Alcázar, situado en el extremo
occidental.
Pintura.
Pintura.
Felipe IV fue el mayor coleccionista de
arte de su época, afición que, por influencia e imitación, se hizo extensiva a
muchas familias nobiliarias instaladas en la Corte. Su interés por la pintura
atrajo hacia Madrid a artistas que, como Zurbarán, Rubens o Velázquez,
trabajaron en la decoración de los palacios reales. Mención especial merece la
figura de Velázquez, que estuvo bajo el mecenazgo del monarca a lo largo de
casi cuarenta años.
Los regalos, compras y encargos
realizados por el rey incrementaron los fondos de la Corona en más de 800
cuadros, entre los que figuraban varias obras maestras de la pintura europea de
los siglos XV, XVI y XVII. La mayoría de ellos se encuentran en la actualidad
en el Museo del Prado.
El epicentro de la colección de Felipe IV
fue el Real Alcázar, edificio al que también se hicieron llegar los cuadros
adquiridos por Felipe III, que estaban reunidos, en su mayoría, en el Palacio
Real de El Pardo. El traslado se realizó entre 1622 y 1625.
Los proyectos arquitectónicos surgidos a
iniciativa del monarca también contaron con relevantes pinacotecas. Es el caso
de la Torre de la Parada, donde se exhibían lienzos de Vicente Carducho, Rubens
y Velázquez, del Palacio de la Zarzuela y del Palacio del Buen Retiro.
La decoración del Salón del Reino, una de
las dependencias más suntuosas de este último conjunto, fue ideada por
Velázquez, quien combinó trabajos de su propia autoría (entre ellos La
rendición de Breda y El príncipe Baltasar Carlos a caballo) con obras de otros
artistas, como Zurbarán, Jusepe Leonardo y Juan Bautista Maíno, entre otros.
A lo largo del siglo XVII, se fue
desarrollando la llamada escuela madrileña de pintura, que aglutinó a varias
generaciones de artistas, entre los que destacan, ya dentro del reinado de
Carlos II, Juan Carreño de Miranda y Claudio Coello.
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