En 1561, Felipe II (r. 1556–1598)
estableció la Corte en Madrid. Tal designación provocó un aumento de la
población vertiginoso: de los 10 000 - 20 000 habitantes que podía haber en la
villa antes de la capitalidad se pasó a 35 000 - 45 000 en el año 1575 y a más
de 100 000 a finales del siglo XVI.
Para hacer frente a este crecimiento
demográfico, el Concejo de Madrid, respaldado por la Corona, elaboró un
proyecto de ordenación urbanística, consistente en la alineación y
ensanchamiento de calles, el derribo de la antigua muralla medieval, la
adecuación de la plaza del Arrabal (antecedente de la actual Plaza Mayor) y la
construcción de edificios públicos como hospitales, hospicios, orfanatos,
instalaciones de abastos y templos religiosos.
Iglesia Nuestra Señora de Atocha |
Felipe II puso al frente de este plan al
arquitecto Juan Bautista de Toledo. Sin embargo, la falta de medios y lentitud
burocrática del consistorio y el desinterés mostrado por la Corona en la
aportación de recursos ralentizaron su desarrollo. La consecuencia fue un
crecimiento urbano rápido y desordenado, que se realizó preferentemente hacia
el este del centro histórico, dada la accidentada orografía de la parte
occidental, orientada a los barrancos y terraplenes del valle del río
Manzanares.
Los nuevos edificios se construyeron
siguiendo la dirección de los caminos que partían de la villa y, a su
alrededor, surgió un entramado de calles estrechas, aunque dispuestas
hipodámicamente. El que conducía hasta Alcalá de Henares (hoy calle de Alcalá)
vertebró el crecimiento urbano hacia el este, al igual que el camino que
llevaba a San Jerónimo el Real, sobre el que se originó la carrera de San
Jerónimo. Por el sudeste, la expansión tomó como eje principal el camino del
santuario de Nuestra Señora de Atocha (actual calle de Atocha).
Hacia el sur, las nuevas casas se
alinearon alrededor del camino de Toledo (calle de Toledo) y, por el norte, la
referencia urbanística estuvo marcada por los caminos de Hortaleza y de
Fuencarral (con sus respectivas calles homónimas), si bien hay que tener en
cuenta que, en estos dos lados de la ciudad, el crecimiento fue más moderado.
Antes de la capitalidad, en 1535, la
superficie de Madrid era de 72 hectáreas, cifra que aumentó hasta 134 en 1565,
sólo cuatro años después de establecerse la Corte en la villa. A finales del
reinado de Felipe II, el casco urbano ocupaba 282 hectáreas y tenía unos 7590
inmuebles, tres veces más que en 1563 (2250), al poco tiempo de la designación
de Madrid como capital.
La intensa actividad inmobiliaria de este
periodo no fue suficiente para satisfacer la demanda de viviendas, por parte de
cortesanos y sirvientes de la Corona. Tal situación llevó al monarca a
promulgar el edicto conocido como Regalía de Aposento, mediante el cual los
propietarios de inmuebles de más de una planta estaban obligados a ceder una de
ellas a una familia cortesana.
Este decreto favoreció el desarrollo de
las llamadas casas a la malicia, un tipo de vivienda con el que sus
propietarios intentaban evitar el cumplimiento de la norma, mediante diferentes
soluciones (una única planta, compartimentación excesiva de los interiores,
ocultación a la vía pública del piso superior...).
En 1590, la Corona y el Concejo crearon
la Junta de Policía y Ornato, organismo presidido por el arquitecto Francisco
de Mora, con el que se intentó poner fin a los desarreglos urbanísticos
provocados por la rápida expansión de la ciudad. La correcta alineación de las
calles, mediante la supresión de los recovecos existentes entre los inmuebles,
fue uno de sus objetivos.
Felipe II promovió la realización de
diferentes infraestructuras urbanas, caso del Puente de Segovia, la calle Real
Nueva (actual calle de Segovia) y la Plaza Mayor. Los proyectos inicialmente
previstos para estas tres obras no pudieron llevarse a cabo plenamente,
adoptándose soluciones menos ambiciosas, ante las limitaciones presupuestarias.
Las dos primeras se enmarcaban dentro del
mismo plan, consistente en la creación de una gran avenida, de aire monumental,
que, salvando el río Manzanares por el oeste, conectase el antiguo camino de
Segovia con el Real Alcázar. Finalmente, sólo pudo ejecutarse el puente
(1582–1584), atribuido a Juan de Herrera, mientras que la avenida quedó
reducida a unas nivelaciones del terreno sobre el barranco del arroyo de San
Pedro y al derribo de varios edificios, que dieron origen a la calle de
Segovia, terminada en 1577.
Con respecto a la Plaza Mayor, levantada
sobre la antigua plaza del Arrabal, el centro comercial de la villa en aquel
entonces, el monarca encargó su diseño a Juan de Herrera en el año 1580.
Durante su reinado, se demolieron los edificios primitivos y dieron comienzo
las obras de la Casa de la Panadería (1590), proyectada por Diego Sillero. Fue
su sucesor, Felipe III, quien dio el impulso definitivo al recinto.
Plaza Mayor Actual |
Felipe II continuó con las reformas y
ampliaciones del Real Alcázar, iniciadas por su padre, con la edificación de la
Torre Dorada, obra de Juan Bautista de Toledo, y la decoración de las distintas
dependencias. También ordenó la construcción, en las inmediaciones del palacio,
de la Casa del Tesoro, las Caballerizas Reales y la Armería Real. Todos estos
conjuntos han desaparecido.
Pero tal vez su proyecto más personal
fuese la Casa de Campo, paraje que convirtió en un recinto palaciego y
ajardinado para su recreo. Se debe a un diseño de Juan Bautista de Toledo, que
siguió el modelo de naturaleza urbanizada, acorde con el gusto renacentista de
la época, a modo de conexión con el Monte de El Pardo. De este proyecto sólo se
conservan partes del trazado de los jardines y algunos restos del palacete.
Asimismo, fueron levantados distintos
edificios religiosos y civiles. El Monasterio de las Descalzas Reales fue
fundado en 1559 por Juana de Austria, hermana del monarca, y en 1561 comenzaron
las obras del Convento de la Victoria, que, como aquel, también estuvo muy
vinculado con la Corona.
En 1583 abrió su puertas el corral de
comedias del Teatro del Príncipe (en cuyo solar se levanta ahora el Teatro
Español), institución clave en el Siglo de Oro español. En 1590, fue inaugurado
el Colegio de María de Córdoba y Aragón (actual Palacio del Senado), que toma
su nombre de una dama de la reina Ana de Austria, principal impulsora del
proyecto.
Entre los palacios nobiliarios, hay que
destacar la Casa de las Siete Chimeneas (1574–1577), actual sede del Ministerio
de Cultura, situada en la plaza del Rey. Su primer propietario fue Pedro de
Ledesma, secretario de Antonio Pérez.
En la calle de Atocha se encontraban las
casas de Antonio Pérez y en la plaza de la Paja se halla el Palacio de los
Vargas, cuya fachada fue transformada en el siglo XX, adoptándose una solución
historicista, a modo de continuación de la contigua Capilla del Obispo.
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