Avances en las comunicaciones a finales del
XIX.
El correo postal en España había sufrido un auge
constante desde los años treinta hasta finales del siglo XX. El correo postal
pasó de ser de renta real (o estatal), a ser de carácter público. La
introducción del sello postal como sistema de franqueo a partir de 1850 y el
continuo abaratamiento del servicio fueron transformando y socializando el
servicio. El logro del reparto diario, en parte gracias a la mejora del sistema
ferroviario, hizo que el correo postal fuese un medio de comunicación aceptable
y popular. La explotación de la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a
Zaragoza y Alicante (abreviada como MZA) tuvo su auge a finales del siglo XIX,
llegando a competir con el tradicional servicio de postas. La edificación de la
Estación del Mediodía (del Sur) proporcionaba un acceso adicional de viajeros,
así como de servicios de distribución postal. La tradicional gestión postal
realizada en la Real Casa de Postas (ubicada en las cercanías de la Puerta del
Sol) comenzaba a quedarse obsoleta.
El número de usuarios del sistema postal fue
creciendo a medida que se iban introduciendo nuevos sistemas de comunicación.
Entre 1868 y 1877 circularon por España una media de tres millones y medio de
cartas por año. A finales del siglo XIX la cifra se elevó a ochenta millones y
a comienzos de la primera década del siglo XX la cifra superaba el centenar de
millones de cartas. Esta tasa de incremento, no obstante, fue menor al de otros
países europeos. Debido en parte al elevado porcentaje de analfabetismo en la
población, que limitaba el empleo de sistemas de comunicación escritos. Tras la
Ley de bases para la Reforma de de Correos y Telégrafos de 1909, se introdujo
la creación de la Caja Postal de Ahorros y la introducción del giro postal.
Pronto aparecerá el servicio aeropostal en 1919, que la Dirección General de
Correos y Telégrafos encarga inicialmente el servicio a la compañía francesa
Latécoère y una década después se crea en Compañía de Líneas Aéreas
Subencionadas. Años después pasó a manos de Líneas Aéreas Postales Españolas.
Por otra parte España comienza sus
comunicaciones vía telégrafo eléctrico a mediados del siglo XIX. La
implantación fue tardía, comparada con los países vecinos de Europa, a pesar de
que Agustín de Betancourt desarrolló la técnica de la telegrafía óptica en
España un siglo antes (en 1800 enlazando Madrid-Aranjuez). La guerra de la
Independencia no logró favorecer su empleo, y tuvo que esperar hasta la década
de los años cuarenta hasta su pleno establecimiento. La red telegráfica se
construyó siguiendo un modelo estrella con centro en Madrid. En 1863 la red de
telégrafos eléctricos ya disponía de diez mil kilómetros de tendido de hilo de
cobre y de casi doscientas estaciones, comunicando Madrid con todas las
capitales de provincia en una estructura radial. El decreto de 21 de mayo de 1905
es una evidencia del surgimiento de la radiotelegrafía en España. A partir de
comienzos del siglo XX se fue remodelizando la red con el objetivo de hacerla
más operativa. Los principales usuarios del sistema telegráfico fueron el
Estado, aunque crecía el uso por parte de la burgesía comercial y financiera.
Siendo uno de los instrumentos imprescindibles para el mundo de los negocios a
comienzos del siglo XX.
En 1924 se establece el monopolio de
comunicaciones denominado Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE). Esta
compañía adquiere las instalaciones de telégrafos y evoluciona a una topología
de red en malla. Introduce la mejora en los sistemas de transmisión como el
empleo del código Baudot y posteriormente de los teletipos. El mundo de las
comunicaciones postales y telegráficas se vincula al del servicio telefónico.
El nuevo Palacio de Comunicaciones se instalaba en la capital en un momento
álgido dentro de la evolución tecnológica en el dominio de las comunicaciones.
No obstante el auge de la comunicación telefónica hizo que en el periodo de
1926 a 1929 (tras una década de funcionamiento del Palacio de Comunicaciones)
se construyera en el primer tramo de la Gran Vía el rascacielos denominado
Edificio Telefónica. A comienzos de 1929 se acaba de construir, casi
simultáneamente, en la Plaza de Callao el Palacio de la Prensa.
Concurso Público: Diseño del edificio.
El 19 de agosto de 1904 las Cortes aprueban el
proyecto de un futuro Edificio de Correos en el solar de Alcalá en esquina con
el Salón del Prado. El Real Decreto menciona además como se financiarán las
primeras obras con la venta de algunos inmuebles en el centro. El día 20 se
convoca un concurso público para la presentación de proyectos. El Concurso
exige en sus bases que el edificio pueda prestar tres servicios esenciales: el
de correos, el de telégrafos y el de teléfonos. Esta integración de servicios
ya se había experimentado anteriormente en Estados Unidos. Indicaba en las
bases además que trayecto de la calle de Alarcón que separaba los dos solares
sobre los que habría de construirse el nuevo edificio se convertiría en pasaje.
El número de pisos, no superior a cinco. Que las fachadas que deben dar a la
calle de Alcalá, Paseo del Prado y plaza de Castelar debería de mostrar una
decoración armoniosa con la zona.
En el mes de noviembre de 1904 se cierra el
concurso al que se presentan sólo tres proyectos: el Felipe Mario López
Blanco-Luis Montesinos (definido de concepción anacrónica), Carrasco-Saldaña
(calificado de estilo francés: estilo Luis XV) y finalmente el proyecto de
Palacios-Otamendi.1 En un juicio crítico de la Real Academia de Bellas Artes de
San Fernando realizado el 13 de noviembre se asigna por unanimidad el proyecto
a esta última pareja de jóvenes arquitectos. En el proyecto López Blanco-Montesinos
(tercero en el fallo) se dictamina que no se encontraban bien caracterizados
los servicios dentro del proyecto. En el proyecto Carrasco- Saldaña (segundo en
el fallo) se dictamina que se han pospuesto los servicios del público, siendo
vital el servicio al público en el nuevo edificio (Se alaba en el informe las
fachadas como las mejor estudiadas de los tres proyectos). El proyecto elegido
es el Palacio-Otamendi que, a pesar de incompleto, falto de detalles y con una
documentación deficiente, es el producto de una creación genial, susceptible de
modificaciones y con diseño que respondía a la comodidad del público y mostraba
mejor distribución para los diferentes servicios. Los representantes de la
Academia ponen como condición que los autores completen el mencionado proyecto
e introduzcan en él las modificaciones necesarias en el plazo de un mes. Los
tres proyectos superaban el coste fijado en el programa de convocatoria, siendo
el de Palacios-Otamendi de menor coste de los tres.
El diseño de Palacios-Otamendi se menciona,
por las críticas de la época, que es atrevido y que es disonante con
personalidad propia del ambiente clasicista existente en el Paseo del Prado. Se
discutía sobre la inexperiencia y juventud de sus autores: Palacios hacía cuatro
años había acabado la carrera. El diseño integra las Centrales de Correos,
Telégrafos y Teléfonos con el edificio de la Dirección General mediante
pasadizos elevados. El diseño inicial permite que el acceso principal al
edificio se haga por la fachada que da a la Plaza de Cibeles mediante una
escalinata. El proyecto presentado en 1904 puede observarse como desde el
torreón central radian hilos de cobre que finalmente no llegaron a colocarse.
Desde el diseño hasta su construcción la tecnología cambió y surgió una nueva
tendencia hacia la canalización subterránea. Los enclaves de los hilos se
dejaron como decorativos y pueden verse incluso en la actualidad.
El acceso principal da lugar al "Hall
Principal", un amplio espacio en el corazón del edificio en forma de
vestíbulo. El vestíbulo es un homenaje a su profesor Ricardo Velázquez Bosco,
inspirándose en la planta del Palacio de Cristal del Retiro (1887). En este
"Hall Principal" se disponían los tres servicios de comunicaciones,
distribuidos de forma radial trilobulada desde la cúpula central. Integrados en
el vestíbulo central iluminado por los ventanales exteriores. La iluminación
natural procedente de los ventanales, en lugar de ser artificial, permite el
ahorro al mismo tiempo que facilita el trabajo en el interior. A la derecha de
la entrada se encuentran los servicios de correos, en el de entrada de
telégrafos y en el de la izquierda el de teléfonos. Todos los servicios se
encontraban en el mismo espacio: el "Hall Central". El conjunto se divide
en dos edificios separados por el pasaje de Alarcón (en la actualidad cubierto
por bóvedas de cristal). El edificio que da a la Plaza de Cibeles es la Central
de Correos, Telégrafos y Teléfonos. El otro edificio tras el pasaje es la
Dirección General. Los buzones se disponen en un apartado ubicado a la derecha
de la Central de Correos, tras un pórtico. En este edificio se dispuso una gran
sala de cartería (denominada sala de batalla) con espacio para 400 carteros. En
el pasaje de Alarcón había un aparcamiento de camiones de distribución. La
estructura radial de las comunicaciones telegráficas y su funcionamiento
durante las horas permite su uso a
cualquier hora. La zona de servicios telefónicos tenían doce cabinas telefónicas
para el servicio público que permitían independencia y aislamiento suficiente.
En el edificio de la Dirección General se distribuye la administración de
Telégrafos (en la calle Alcalá) y de Correos (en el Paseo del Prado). El diseño
incluye importantes mejoras técnicas de la época como el sistema de calefacción
mediante vapor a baja presión, sistemas de ventilación natural.
Citas Célebres:
“Así como hay un arte de bien hablar, existe
un arte de bien escuchar.”
"La primera de todas las fuerzas es la
opinión pública.”
“La gente culpa siempre a las circunstancias.
Sólo triunfa en el mundo quien se levanta y busca a las circunstancias y, si no
las encuentra, las crea.”
“Soy hombre, y por lo tanto, nada que sea
humano me resulta extraño.”
“Sin duda es mejor un amor prudente; pero es
preferible amar locamente a carecer de todo amor.”
“La huella de un sueño no es menos real que la
de una pisada.”
“La juventud sabe lo que no quiere antes de
saber lo que quiere.”
“Lo que es muy difícil de comprender por los
hombres es su ignorancia con respecto a ellos mismos.”
“Es preciso prestarse a los otros, pero no
darse sino a uno mismo.”
"Si mi razón viene de lo alto, es la voz
del cielo la que me habla a través de ella; es preciso que la escuche.”
“No sé qué es preferible: el mal que hace bien
o el bien que hace mal.”
“La única patria que tiene el hombre es su
infancia.”
“El efecto de toda civilización llevada al
extremo es la sustitución del espíritu por la materia y de la idea por la cosa.”
“Perdona siempre a tu enemigo. No hay nada que
le enfurezca más.”
“No hay deber que descuidemos tanto como el
deber de ser felices.”
“Interesarse por los intereses de todos es
propio de un gobierno ordinario; preverlos es digno de un gran gobierno.”
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