La historia
prestigiosa del Real.
Los años de esplendor del Teatro Real se
iniciaron en el último cuarto del siglo XIX. Se presentaron en el Teatro las
voces más prestigiosas del panorama europeo, como Adela Borghi, Marie Sasse,
Adelina Patti, Christina Nilsson, Luisa Tetrazzini, Mattia Battistini, Julián
Gayarre, Angelo Masini, Francesco Tamagno o Enrico Tamberlick. Se produjeron
representaciones memorables, como la del 23 de diciembre de 1880, en la que
Patti y Gayarre cantaron Lucia di Lammermoor, de Donizetti. El propio Gayarre
protagonizó uno de los episodios históricos del teatro al manifestar durante
una representación de Los pescadores de perlas, en diciembre de 1889, los
primeros síntomas de la pulmonía que le llevaría a la muerte un mes más tarde.
En 1876 se representó por primera vez en el
Teatro una ópera de Wagner, Rienzi, aún lejos del gran éxito que tendrían sus
composiciones en este teatro quince años más tarde. En esta etapa, grandes
compositores españoles como Tomás Bretón, Ruperto Chapí o Emilio Serrano
pudieron ver sus obras representadas en el Real. En los años ochenta como
director escénico estuvo el decano de la escena José García Fernández.
El Real en el
siglo XX.
En el primer cuarto del siglo XX destacó la
presencia en el Real de grandes cantantes españoles, como María Barrientos,
Ofelia Nieto, Ángeles Ottein, María Gay, Miguel Fleta, Hipólito Lázaro o
Francisco Viñas. También las grandes figuras líricas extranjeras (Rosina
Storchio, Gabriella Besanzoni, Tito Schipa, Titta Ruffo, Giuseppe Anselmi,
Giacomo Lauri-Volpi...). El director italiano Luigi Mancinelli ejerció de
director musical, impulsando el prestigio internacional del Teatro. Dominaban
el repertorio las óperas de Puccini (Tosca, La Bohème) y Wagner (Lohengrin o La
valquiria). La Filarmónica de Berlín dio conciertos en el teatro, dirigida por
Arthur Nikisch, en 1901 y Richard Strauss, en 1908.
A partir de entonces, el teatro sufrió poco a
poco un enorme declive, ya que a pesar de la representación de grandes óperas y
la dirección de habilidosos conservadores como Andrés Coello, las crisis
económico-políticas y diversos factores (incendio del teatro en 1867) causaron su
ruina. Pero se volvió a levantar durante años un sólido proyecto en el que
fueron partícipes Rafael Calleja Gómez y Luis París; las mejores óperas de
Europa fueron traducidas y estrenadas gracias a José María Alvira, el maestro
de su academia, y otros maestros, y el coliseo gozó de momentos de gloria, como
cuando vio pasar por su escenario al gran bailarín Nijinsky, en la que sería
una de sus últimas actuaciones, en 1917, o cuando Igor Stravinski dirigió en
persona su ballet Petrushka, en el año 1921, ambos integrados en la compañía de
los Ballets Rusos de Sergéi Diágilev, que visitaron el teatro varias veces, con
gran éxito.
El 6 de noviembre de 1925, el Teatro Real se
cerró por Real Decreto, ya que corría el peligro de derrumbarse debido a la
inestabilidad de sus cimientos, agravada por las obras del Metro que se hacían
en sus inmediaciones, suspendiéndose la nueva temporada que estaba a punto de
iniciarse.
Reapertura como
sala de conciertos.
A pesar del cierre del teatro en 1925, el
gobierno siempre barajó la posibilidad de remodelarlo y volverlo a abrir,
creando numerosos proyectos como el que se encargó al arquitecto Antonio Flórez
Urdapilleta, arquitecto conservador, quien planteó un ambicioso proyecto de
remodelación y modernización, que incluyó el aumento en la altura y profundidad
de la caja escénica, y la reedificación de toda su estructura, utilizando el
hormigón armado. Además, se decidió levantar una planta más alrededor de todo
el perímetro del edificio, lo que le otorgó al teatro su aspecto de bloque
macizo actual. Sin embargo, las dificultades económicas y de planificación
fueron retrasando la finalización del proyecto. Se llegó a ejecutar la parte de
consolidación y reconstrucción, pero la remodelación interior no se llegó a
comenzar. El teatro permaneció cerrado, y la falta de uso, y algunos
incidentes, como la explosión de un polvorín que se había instalado en su
interior, al final de la Guerra Civil, lo condujeron a un estado casi ruinoso.
Tras la guerra, se planteó seriamente la
demolición del edificio, mientras que la Fundación Juan March promovió la
construcción de un nuevo teatro de ópera en el Paseo de la Castellana (proyecto
que no llegó a hacerse realidad, aunque llegó a realizarse un concurso
internacional). Simultáneamente, se planteó la remodelación del Real como sala
de conciertos, para servir de sede a la Orquesta Nacional, y como "salón
de actos del Ministerio de Educación".1 El proyecto se encargó al
arquitecto José Manuel González Valcárcel, y la reapertura se produjo en 1966,
incluyendo en el edificio las instalaciones del Conservatorio de Música. Para
este evento, se realizó un concierto de la Orquesta Nacional (dirigida por
Rafael Frühbeck de Burgos) y el Orfeón Donostiarra al que asistieron el Jefe
del Estado Francisco Franco, los príncipes Juan Carlos y Sofía, la Reina de
Grecia y su hija Irene.
Desde esa fecha hasta 1988 (con la apertura
del Auditorio Nacional) fue la única sala de conciertos de Madrid, en la que
desarrollaron sus temporadas tanto la Orquesta Nacional como la recién creada
Orquesta Sinfónica de RTVE. Además, durante este periodo, actuaron en su
escenario las principales orquestas sinfónicas del mundo (Filarmónica de Viena,
Filarmónica de Berlín, Concertgebouw, Filarmónica de Leningrado, Philharmonia,
Sinfónica de Londres, Sinfónica de Chicago...) y los grandes directores de
orquesta (Herbert von Karajan, Sergiu Celibidache, Leonard Bernstein, Claudio
Abbado, Carlo Maria Giulini, Evgeni Mravinsky, Georg Solti, Igor Markevitch,
Daniel Barenboim...). En 1969 acogió el XIV Festival de Eurovisión con un
decorado diseñado por Salvador Dalí.
Citas Célebres:
“El asunto es el problema; la forma, la solución”.
“Quien no ha afrontado la adversidad no conoce su
propia fuerza”.
“La paciencia tiene más poder que la fuerza”.
“No son las locomotoras, sino las ideas, las que
llevan y arrastran el mundo”.
“Vale más sembrar una cosecha nueva que llorar por
la que se perdió”.
“No conozco ningún signo de superioridad que la
bondad”.
“Es bueno seguir la pendiente con tal que sea
subiendo”.
“Toda dificultad eludida se convertirá más tarde en
un fantasma que perturbará nuestro reposo”.
“El conocimiento es sólo una de las representaciones
de la existencia”.
“Manejar el silencio es más difícil que manejar la
palabra”.
“Si añades un poco a lo poco y lo haces así con
frecuencia, pronto llegará a ser mucho”.
“Sólo en la actividad desearás vivir cien años”.
“Las obras no se acaban, se abandonan”.
“En lo pasado está la historia del futuro”.
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