miércoles, 16 de septiembre de 2015

BIBLIOTECA NACIONAL

Siglo XIX.
Durante el trascurso del siglo XIX, la Biblioteca cambió varias veces de sede, primero en 1809, cuando, durante el reinado de José Bonaparte, se trasladó al convento de los trinitarios calzados en la calle de Atocha. En 1819, de nuevo hubo de cambiar de sede al palacio donde celebraba sus sesiones el Consejo del Almirantazgo Real debido a las reclamaciones realizadas por los trinitarios calzados tras la vuelta de Fernando VII, y en 1826 se produjo un tercer traslado a la antigua casa del marqués de Alcañices, en la actual calle de Arrieta, lugar donde residió durante casi todo el siglo. El terreno donde se ubica actualmente la Biblioteca Nacional es el mismo en el cual se ubicaba el antiguo Convento de Copacabana o gran Convento de Recoletos de Madrid. Dicho convento pertenecía a los religiosos de la Orden de Agustinos Recoletos y, tras la Desamortización de 1835, fue vendido y destruido.
Las colecciones de la biblioteca también se vieron afectadas por los hechos del siglo XIX. Primero, la desamortización española condujo a que muchas obras procedentes de instituciones religiosas suprimidas se depositaran en la biblioteca. En efecto, en 1837 se crean las comisiones científicas y artísticas provinciales para seleccionar las obras que, procedentes de los conventos suprimidos, debían depositarse en las bibliotecas y museos, o ser subastadas. Por esta vía se depositaran en la Biblioteca Nacional unos 70 000 volúmenes procedentes de los conventos madrileños afectados por la desamortización. Pasan también a la Biblioteca gran parte de los fondos de la Biblioteca de las Cortes, fundada por las Cortes de Cádiz en 1814, y suprimida en 1838. Por último, en 1869 Manuel Ruiz Zorrilla dispuso la incautación de los archivos, bibliotecas y colecciones de arte en poder de catedrales, cabildos, monasterios y órdenes militares, en la llamada desamortización cultural, medio por el cual ingresaron en la Biblioteca Nacional obras muy valiosas procedentes de las catedrales de Ávila y Toledo.
Mediante el decreto del 28 de noviembre de 1836, la Biblioteca Real pasa a denominarse Biblioteca Nacional y a depender del Ministerio de la Gobernación de la Península. En 1857, se aprueba el primer reglamento de la Biblioteca Nacional, en el que se establece la convocatoria, concesión, y posterior publicación de las obras ganadoras de los Premios Bibliográficos que anualmente convocaría la Biblioteca Nacional. Estos premios hicieron que la Biblioteca se convirtiera “en la principal impulsora de trabajos bibliográficos en España”, promoviendo el interés de bibliotecarios y bibliógrafos. En 1858, se crea el cuerpo facultativo de archiveros, bibliotecarios y arqueólogos, el cual es liderado por el director de la Nacional.
En 1876, la Biblioteca contaba ya con 300 000 libros, 200 000 folletos impresos y más de 300 000 manuscritos. A pesar de las varias mudanzas, la Biblioteca Nacional seguía creciendo y sus necesidades sobrepasaban la capacidad de las sedes que hasta entonces había ocupado. En 1857 se pidió la realización de un proyecto para una nueva sede, y en 1864 se escogió finalmente la obra del arquitecto Francisco Jareño Alarcón.

El 21 de abril de 1866 la reina Isabel II colocó la primera piedra del Palacio de Archivos, Bibliotecas y Museos, situado en el Paseo de Recoletos. Por razones económicas las obras procedieron con mucha lentitud, y hubo muchas modificaciones al proyecto original. En 1884 Antonio Ruiz de Salces sustituyó a Jareño en la dirección de las obras de construcción del nuevo edificio de la Biblioteca Nacional. En 1892 se finalizó la construcción del edificio y el 16 de marzo de 1896 se abrió al público la Biblioteca Nacional en su nueva sede.
Siglo XX.
El siglo XX empezó para la Biblioteca con la aprobación del “Reglamento de las bibliotecas públicas del Estado” por el Real Decreto del 18 de octubre de 1901. Mediante esta ley, que derogó a la anterior de 1857, la Biblioteca Nacional pasó a ser la cabecera de las bibliotecas españolas.
Durante este tiempo fue director de la Biblioteca Nacional el erudito español Marcelino Menéndez Pelayo, el cual promovió la creación de catálogos especializados, como lo fueron el Catálogo de los Manuscritos árabes existentes en la Biblioteca Nacional de Madrid (Francisco Guillén Robles 1899), en 1901 el Catálogo de los retratos de personajes españoles de 1901 y en 1906 el Catálogo de la colección de dibujos originales de la Biblioteca Nacional, ambos de Ángel M. Barcia. También se le dio un impulso nuevo a la Revista de Archivos, Bibliotecas, y Museos, que fue un instrumento importante para el desarrollo del campo de la Biblioteconomía en España.
En 1930, el Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Elías Tormo, crea el Patronato de la Biblioteca Nacional, órgano que se ocupará de elegir a Miguel Artigas como director de la Biblioteca. Durante la Segunda República Española, Artigas y el Patronato lanzan un proceso de restauración y ampliación del edificio y de reformas de los servicios bibliotecarios. Entre estas, destaca la reorganización del Salón de Lectura, la creación de la Sala General, abierta al público e inaugurada por el Presidente Alcalá Zamora, y la ampliación de los horarios.
Durante la Guerra Civil Española, la Biblioteca Nacional cerró sus puertas y sus fondos más preciosos fueron evacuados a las Torres de Serranos, en Valencia. Para salvar de la destrucción los fondos de centros religiosos, palacios o casas particulares, se trasladaron a la Biblioteca alrededor de 500 000 volúmenes a través de la Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico. Muchos de estos fondos provenían de prestigiosas bibliotecas privadas y algunos no pudieron ser devueltos después de la guerra. El edificio de la Biblioteca Nacional también fue víctima de varios bombardeos durante la guerra, aunque no causaron daño a los fondos que se albergaban dentro.
Después de la guerra, se eligió nuevamente como Director a Miguel Artigas y en 1939 se introduce el sistema decimal para la catalogación de fondos en las bibliotecas públicas españolas. En los años posteriores a la guerra, se celebran varias exposiciones destacadas, entre ellas dos dedicadas a Miguel de Cervantes y otra bajo el título Un milenio del libro español en 1952. En 1953 se inaugura la nueva sede del Archivo Histórico Nacional, que antes compartía edificio con la Biblioteca y el Museo Arqueológico Nacional.
Aunque hubo varias reformas de la organización y la gestión de la Biblioteca durante la década de 1950, la más importante fue el Decreto Orgánico del 8 de marzo de 1957 y su correspondiente Reglamento, publicado el 20 de diciembre del mismo año. El nuevo Reglamento reestructuró los servicios de la Biblioteca, dispuso que el Director tuviera que ser un miembro del Cuerpo Facultativo y redujo las funciones del Patronato. En 1957 también se promulga un nuevo Decreto de depósito legal que logra, finalmente, que los impresores cumplan con el mismo.
A pesar de las reformas, aún había muchas labores bibliotecarias de carácter nacional que la Biblioteca no desempeñaba. Por ejemplo, en 1970 se creó el Instituto Bibliográfico Hispánico, que incluía el Servicio Nacional de Información Documental y Bibliográfica, el Depósito Legal, y la Comisión Nacional de Planificación y Coordinación Bibliográfica. La Hemeroteca Nacional, fundada en 1941, reunía también una importante colección de prensa española. En 1978, las colecciones de la Biblioteca albergaban alrededor de cinco millones de piezas y tenía alrededor de 412 000 lectores anuales.
San Isidro

Placa Francisco de Quevedo

Placa Fray Luis de Leon

Placa Juan de Mariana

Plaza Calderon de la Barca

Zona Superiro Entrada Principal

Citas célebres.
“Ser humano significa sentirse inferior.” 
“Un beso legal nunca vale tanto como un beso robado.” 
"Quiero compartir con ustedes el secreto que me ha llevado a alcanzar todas mis metas: mi fuerza reside únicamente en mi tenacidad." 
“Nadie siente el dolor de otro, nadie entiende la alegría de otro.”
“Si solo se dieran limosnas por piedad, todos los mendigos hubieran muerto de hambre." 
“El primer amor es una pequeña locura y una gran curiosidad.” 
“Enamorarse es sentirse encantado por algo, y algo sólo puede encantar si es o parece ser perfección.”
“La muerte de todo hombre me disminuye porque pertenezco a la humanidad. Por eso jamás preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti.” 
“Ten tus ojos muy abiertos antes del matrimonio, y medio cerrados después de él.” 
“La prueba más grande de valor en este mundo es saber sobrellevar una derrota sin perder el ánimo.” 
“Entre la majestad y un hombre oscuro, no hay otra diferencia que la pompa visible.” 

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