Jardines del cabo Noval.
Los Jardines del cabo Noval, integrados
principalmente por plantaciones de plátanos, ocupan la parte septentrional de
la Plaza de Oriente, junto a la calle de San Quintín, por la que está permitido
el tráfico rodado.
Se extienden sobre terrenos que en su momento
pertenecieron al Real Monasterio de la Encarnación, que da a los jardines a
través de su fachada meridional. En su lado occidental, quedan delimitados por
la calle de Bailén y la baulastrada que separa esta vía de los Jardines de
Sabatini, situados al norte del Palacio Real. Al este, se encuentra la calle de
Pavía.
Sus mayores valores artísticos provienen del
monumento allí situado, erigido en 1912 en memoria del cabo Luis Noval Ferrao
(1887–1909), del que toman su nombre. Se trata de una obra del escultor valenciano
Mariano Benlliure (1862–1947). Mide 6,5 metros de alto y está realizada en
piedra y bronce.
Jardines de Lepanto.

Como los Jardines del cabo Noval, los de
Lepanto integran plantaciones de plátanos, de gran tamaño, además de diferentes
cedros. Sobre ellos se alza el monumento al capitán Ángel Melgar (1876–1909),
obra en bronce y mármol de Julio González Pola (1860–1929), inaugurada en 1911
por el rey Alfonso XIII
Contorno.
A continuación se destacan los edificios y
lugares más relevantes situados en el perímetro de la Plaza de Oriente
Palacio Real.
El Palacio Real flanquea el lado oeste de la
Plaza de Oriente, a través de la calle de Bailén, peatonalizada en el año 1996
en su contacto con el edificio. Se empezó construir en 1738 según planos de los
arquitectos Filippo Juvara y de su discípulo Juan Bautista Sachetti, durante el
reinado de Felipe V.

La brevedad del reinado de José Bonaparte
impidió avanzar más en el citado proyecto, que fue finalmente desestimado por
los monarcas que le sucedieron y sustituido por el de una gran plaza cerrada,
conectada con el entramado de calles del centro histórico, a través del Teatro
Real.
Plaza de la Armería.

Jardines de Sabatini.
Los Jardines de Sabatini aparecen, a través de
uno de sus extremos, en el lado occidental de los Jardines del cabo Noval. A
pesar de su nombre, no fueron diseñados por el arquitecto italiano, sino que se
construyeron en los años treinta, tras la proclamación de la Segunda República.
Teatro Real.
El Teatro Real, situado en la parte oriental
de la Plaza de Oriente, es, junto con el palacio, el edificio que más ha
condicionado el trazado final del recinto.
La decisión de construir un coliseo, en el
solar del antiguo teatro de los Caños del Peral, fue tomada por Fernando VII en
1817. En su diseño, el edificio se concebía como el punto de referencia de una
plaza porticada, proyecto que fue abandonado cuando las obras iban ya muy
avanzadas, dado que desentonaba con la estética del conjunto.
En 1836, Isabel II ordenó derribar los
edificios del contorno de la plaza y en 1850 dio un nuevo impulso a las obras
del teatro, después de varios años de paralización por dificultades económicas.

Presenta dos fachadas principales: la
occidental, que da a la Plaza de Oriente, y la oriental, situada en la Plaza de
Isabel II. Su aspecto neoclásico es fruto de la reforma realizada en 1884 por
el arquitecto Joaquín de la Concha, que alteró la composición arquitectónica
original.
Otras remodelaciones destacadas tuvieron lugar
en 1925, en 1942 y en 1988. En esta última, cuyas obras duraron hasta 1997, el
coliseo recuperó su función de teatro de la ópera, tras décadas como sala de
conciertos.
Real Monasterio de la Encarnación.
La cara norte de los Jardines del cabo Noval
da al Real Monasterio de la Encarnación, a través de una de sus fachadas menos
relevantes, desde el punto de vista artístico. El edificio fue proyectado por
Juan Gómez de Mora entre 1611 y 1616, quien le imprimió un austero sello
herreriano.
Restos Arqueológicos.
Durante la remodelación de la plaza de 1996,
se hallaron en su subsuelo diferentes restos arqueológicos, que fueron
destruidos en gran parte al considerarse de escaso valor; entre ellos los de la
Casa del Tesoro (siglo XVI), sede de la administración de la Casa de Austria.
Los únicos vestigios que se conservan corresponden a una atalaya musulmana del
siglo XI, que se exhibe en la primera planta del aparcamiento subterráneo
construido durante la reforma.
Este torreón fue integrado dentro de la
muralla cristiana de Madrid, como una torre albarrana, cuando la ciudad fue
conquistada por la Corona de Castilla, a manos del rey Alfonso VI. Era conocida
como Torre de los Huesos, por su proximidad con un cementerio islámico.
Se localizaba a extramuros, sobre el barranco
del arroyo del Arenal, que cerraba por el noroeste esta zona de la ciudad.
Tenía como fin la vigilancia de todo este sector, así como de la cercana Puerta
de Valnadú, uno de los accesos de la muralla cristiana. De planta cuadrangular,
su aparejo es de mampostería, con algún sillar en las esquinas, en piedra
caliza y en sílex.
Citas Célebres:
“Hay gente tan pobre en el mundo que lo único que tienen es
dinero.”
“Pequeños toques hacen grandes rasgos.”
"La risa es salud y alegría, y la burla es crueldad y
amargura.”
“El hombre vulgar espera lo bueno y lo malo del exterior, el
hombre que piensa lo espera de sí mismo.”
“Los hombres se dividen en dos bandos: los que aman y
fundan, los que odian y deshacen.”
"No se puede lograr que retome el agua que pasó, ni
reclamar que vuelva la hora pretérita.”
“Puedes llegar a cualquier parte, siempre que andes lo
suficiente.”
“El llanto es a veces el modo de expresar las cosas que no
pueden decirse con palabras.”
"No juzgues cada día por la cosecha que recoges, sino
por las semillas que plantas.”
“Qué le voy a hacer, soy un esperanzado sin remedio.”
"Los placeres del pensamiento son un eficaz remedio
para las heridas del corazón.”
“Entre todas las formas de cautela, la cautela en el amor
es, posiblemente, la más letal para la auténtica felicidad.”
“Un fanático es un individuo que tiene razón aunque no tenga
razón.”
"Lo que no me mata, me fortalece.”
“Amigos. Nadie más. El resto es selva.”
“Más vale buena esperanza que ruin posesión.”
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